Para Nida y Taber, impulsores de la llamada “escuela norteamericana”, habría que distinguir entre una traducción orientada hacia una equivalencia formal y otra orientada hacia una equivalencia dinámica, conceptos ambos que ya hemos analizado ampliamente con anterioridad y que aquí nos limitamos simplemente a recordar y sintetizar:
Equivalencia formal: traducción literal que tiende a reproducir el original en todos sus aspectos.
Equivalencia dinámica: no se busca una equivalencia de la forma, sino de los efectos que el TLT produce en el lector LT; superando las distancias lingüísticas y culturales, la traducción ha de adaptarse plenamente al nuevo lector y ser “natural” en el ámbito de su comunidad lingüística. Esta exigencia de “naturalidad” se podía considerar en tres aspectos o niveles: conformidad al lenguaje y a la cultura del receptor, conformidad con el contexto del mensaje y conformidad con el tipo de receptor.
Vinay y Darbelnet, considerados como los máximos representantes de la “escuela franco-canadiense”, distinguen entre una traducción directa o literal y otra oblicua.
La traducción directa o literal ocurre cuando se da una correspondencia precisa de unidades, estructuras y significado. Esta traducción también se denomina de “grado cero”, porque en ella no se aplica técnica alguna, no suele estar considerada como un recurso técnico.
Cuando las estructuras de la LO y de la LT lo hacen posible, es legítimo recurrir a la traducción directa o literal: I’ve left my book on the table => “He dejado mi libro sobre la mesa”.
Gerardo Vázquez-Ayora dice que, si dadas dos oraciones, una en inglés y otra en español, existe entre ellas una correspondencia precisa de “estructura” y “significación”, y la equivalencia se cumple monema por monema, se produce la traducción literal, y se puede aplicar si riesgo. El traductor no debe alterar ese proceso por el simple temor a la crítica de que su traducción es literal en el sentido peyorativo del término. Alterarla a base de ese prejuicio sería innecesario.
Desgraciadamente, la gran desventaja de la traducción literal en su carácter de método legítimo radica en que son muy pocos los casos que se prestan a su aplicación. Como ya hemos comentado en capítulos anteriores, las lenguas segmentan la realidad de muy diversas maneras y expresan de diversas maneras esos segmentos. Además, como ya también dijimos, la “simbolización” de la experiencia de cada lengua es diferente. Por lo tanto, la coincidencia simultánea de estructuras y significaciones es muy rara. La segmentación de la realidad en cada lengua puede compararse con un mosaico, y si colocamos los mosaicos unos sobre otros, sus superficies no coinciden. Una vez probada esta divergencia por la lingüística contemporánea, todo intento de traducción literal está destinado al fracaso. Lo que pretendemos aquí demostrar es la futilidad de la traducción literal. Si se le ha practicado, ha sido en épocas muy remotas y oscurantistas de la lingüística, cuando por tradición se consideraba la palabra como una unidad básica. Aun en los casos más sencillos en los que parecen existir contenidos similares, no se puede esperar esa correspondencia de forma, y la falta de correspondencia, por ejemplo, entre el inglés y el español, se cumple casi sin excepciones. Y se cumple aun en lenguas romances, en las que se supone que haya mayor cantidad de coincidencias.
Se considera dentro de la traducción directa o literal el cambio de orden que se produce, por ejemplo, al traducir el genitivo sajón de la lengua inglesa. Ejemplo: Peter’s house is over there: La casa de Peter está allí. Igualmente, se suele admitir como literal una frase que omite en español el uso de pronombre sujeto, sobreentendiendo que el verbo lo incluye. Ejemplo: She likes classical music: Le gusta la música clásica.
Como formas de traducción directa o literal conceptúan Vinay y Darbelnet el préstamo y el calco, que no son en realidad más que simples transferencias lingüísticas, o que constituyen, si se quiere, como hemos dicho anteriormente, el “grado cero” de la traducción.
Préstamo:
Elemento, generalmente léxico, que una lengua toma de otra.
Calco:
Adopción del contenido semántico de una palabra o expresión extranjera, traduciendo su significado mediante unidades lingüísticas propias de la lengua de recepción; p. ej., banco de datos es un calco del inglés data bank.
Calco semántico:
Adopción de un significado extranjero para una palabra ya existente en una lengua; p. ej., ratón, en su acepción 'aparato manual conectado a un ordenador', es calco semántico del inglés mouse.
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